Alteración del lazo de pareja en el primer año de sus hijos.

El primer año de vida de los hijos puede ser algo que deje muchas satisfacciones y bienestar a los padres, pero también se convierte en un periodo de tiempo en que la relación de pareja se olvida, lo cual se comienza a exteriorizar en vacíos, desencuentros y pocos deseos de compartir espacios sin presencia de su descendiente.

Este fenómeno ocurre mas que todo en las madres, puesto que ellas desean seguir conservando el lazo fusional con su pequeño, el mismo que tuvieron durante los nueve meses de embarazo, aprovechando para su beneficio aquellas incapacidades biológicas que tiene su bebé en los primeros meses de vida.

Por otro lado, algunos padres se acomodan a esta forma de actuar de su pareja, ejerciendo con su hijo un vínculo de mucha proximidad emocional, de manera que ellos se identifican con el papel de la madre de su descendiente, comenzando a ejecutar acciones vinculadas al cariño, soporte emocional, protección…, mientras que otras figuras parentales sienten emociones displacenteras porque ella ha dejado de lado su relación de pareja para centrarse únicamente en su hijo.

Aquellos adultos de sexo masculino que se adaptan a su nueva función con la misma intensidad de  su pareja, se olvidan del lazo afectivo de dos, por lo cual lo descuidan completamente, y parte de esa falta, la pretenden llenar en base con los afectos hacia su hijo.

Ellos como pareja no volvieron a tener tiempo para conocerse, explorarse o simplemente disfrutar del tiempo con su lazo afectivo de adultos sin la presencia del niño. De esta manera, los adultos aprenden a desconocerse, y cuando vuelven a intentar hacerlo, es demasiado tarde.

La casi totalidad de las conversaciones entre ellos, y con otras personas o parejas, se encuentran asociadas al tópico de los hijos y sus esfuerzos por sacarlos adelante, huyendo de otros temas vinculados a la vida marital, la cotidianidad, su quehacer profesional, la realidad política o social…

Parejas o padres en singular que su discurso se convierte en algo monotemático, pudiendo despertar emociones negativas en aquellos que han sido padres de un niño de primer año hace mucho tiempo o de aquellos individuos que no les interesa tener hijos.

En el momento en que el hijo de primer año o menos, deja de ser un hijo de la cultura para transformarse en el objeto fálico o de completud de madre, padre, o ambas figuras parentales simultáneamente, el vínculo afectivo de pareja sufre un enorme resquebrajamiento.

De manera contraria, otros padres expresan su discrepancia por este comportamiento de su pareja, movilizando en esa persona –la madre- procesos internos que permitirán poner su atención nuevamente en la relación de adultos, sin obviamente descuidar el lazo emocional con su pequeño.

Las parejas en las cuales pertenecen estos últimos padres, pueden retomar paulatinamente su relación de pareja anterior al nacimiento de su hijo, o incluso anterior al embarazo, algo que se da de manera conjunta cuando esta madre siente que el vínculo fusional con su hijo debe terminar para comenzar a exigir la interiorización de ciertas normas y la imposición de distanciamiento con el lazo tan cercano que han tenido a través del tiempo.

En este momento, los padres están en capacidad de realizar un proceso introspectivo sobre su vínculo emocional. Dialogar sobre aspectos que han pasado relacionados tanto con el nacimiento de su hijo/a como con el devenir de los dos desde que la madre quedó en estado de embarazo, nutriendo sus afectos como pareja y/o pudiendo generar fricciones.

Dicho proceso dará como resultado la generación de planes de acción para la pareja como tal, los cuales incluyen un autodiagnóstico, maneras consensuadas de resolver situaciones conflictivas, actividades de bienestar y demás cuestiones para implementar o pensar que pueden mejorar el vínculo amoroso entre los dos miembros.

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