La década de los cuarenta años se caracteriza por emociones ambivalentes puesto que existe una estabilidad afectiva y monetaria, lo mismo que una significación positiva de él mismo y los otros, ligada a la mayor experiencia y conocimiento, pero también existen preocupaciones sobre sí mismo por los cambios físicos –aparición de síntomas físicos, menor capacidad de resistencia, modificaciones en la corporalidad, disminución del deseo de la genitalidad..-, al igual que una connotación negativa asociada a las dificultades para los procesos adaptativos, exceso de compromisos en cuanto a gastos, familia…
Esta variedad de emociones pueden generar diversos comportamientos individuales, los cuales dependerán de la estructuración y equilibrio emocional que el sujeto tenga. Dos aspectos que se consiguieron con las figuras parentales, especialmente durante los años de la primera infancia, pero que también se han nutrido por los lazos afectivos en los demás años de existencia – pre adolescencia, adolescencia, y las diferentes fases de la adultez- tanto con sus figuras parentales como con las demás personas –amigos, parejas, hijos, profesores, jefes, conocidos e incluso enemigos-.
Un tipo de reacción ante esta crisis emocional se da cuando el sujeto se concibe de forma negativa –cansado, poco atractivo, con escasa probabilidad de tener logros u ofrecer servicios a los demás..- afectando sus relaciones sociales y laborales, sus vínculos afectivos, y por ende, su autoestima.
El adulto mayor de 40 años intenta elevar esta autoestima fracturada, empezando a implementar hábitos saludables en su vida o haciendo acciones que no corresponden a su edad y que pueden dañar su salud física o sus vínculos afectivos saludables con él mismo y con los otros.
Dentro de estas acciones negativas se pueden contar las salidas a trasnochar frecuentes acompañadas cada una de ellas de consumo de alcohol, los deseos por compartir espacios de tiempo solamente con gente mucho menor, la realización de conductas límites o peligrosas como conducir a velocidad inadecuadas o no cuidarse en su dieta, las infidelidades, la compra de bienes costosos –carros relojes…- que no corresponden a su capacidad monetaria, el alejamiento de su pareja y de sus hijos para otorgarle ese tiempo a sus nuevos pasatiempos…
En estos comportamientos, el adulto de más de 40 años retrocede a su época de adolescencia o adultez joven puesto que no se siente a gusto con la manera como se siente y se percibe actualmente, y piensa que devolver su manera de pensar y de actuar unos cuantos años, permitirá elevar su autoestima imaginaria, puesto que nunca la tuvo en un nivel adecuado.
Esta persona se quedó fijada en aquella etapa a la cual esta regresando, calificándola como algo sin igual que merece ser vivida otra vez con unas condiciones distintas asociadas con más dinero y una supuesta madurez que permite ser el centro de atención con los “nuevos amigos” más jóvenes que se encuentran a su alrededor, y permite poder hacer lo que desee.
En el otro extremo se pueden localizar los adultos que desarrollan una apología a esta edad o a una edad mayor, demeritando los logros y las fortalezas que pueden tener las personas de menor edad, algo que puede interpretarse como una envidia que esconde mediante la denigración.
Dichos sujetos presentan una crisis emocional que se expresa a través de una latente o manifiesta desmotivación hacia vivir. Ellos se han estancado en sus conocimientos y experiencias de vida, huyendo de los procesos que impliquen aprendizajes, introspección, desafíos o realidades nuevas.
Individuos que tampoco desean implementar modificaciones en su vida que permitan el mejoramiento de sus condiciones físicas, emocionales o sociales. Estas personas tienen determinada edad cronológica pero su discurso y su apariencia física generan la impresión acerca que tienen mayor cantidad de años.
En el punto intermedio de estos dos extremos, tiene lugar los adultos mayores de cuarenta años que aunque aceptan diversas debilidades como la aparición de irregularidades en niveles metabólicos, el menor desarrollo de procesos cognitivos y físicos…, también sienten este segmento de edad con muchas fortalezas y posibilidades en cuanto a la existencia de una marca o un desempeño que debe ser tenido en cuenta en la parte laboral, familiar y social.
Marca o desempeño que producen rendimientos superiores en estos años desde el punto de vista cognitivo y desde el punto de vista del ofrecimiento de vínculos afectivos equilibrados y estructurados, puesto que, además de la aportación de su esfuerzo individual, son capaces de direccionar el talento de otros y la reducción de sus debilidades, para alcanzar unos objetivos.
El adulto de más de cuarenta que es capaz de integrar aspectos positivos y negativos, puede, adicionalmente, desarrollar acciones para minimizar las debilidades y maximizar las fortalezas, con lo cual puede enfrentar proactivamente la crisis de los cuarenta.
Por otro lado, aquel adulto que se encuentra en los dos extremos descritos anteriormente puede desarrollar variados trastornos psicológicos como el depresivo. Estos adultos requieren el desarrollo de un proceso terapéutico que permita la integración de la significación buena y la significación mala de tener cuarenta años.
Este es un escrito que tiene dos propósitos fundamentales: El primero de ellos es formar en diversos componentes que permitirán profundizar en conceptos y variadas realidades psicológicas, así como mejorar la salud mental del individuo y del grupo familiar. El segundo objetivo es promocionar mi consulta clínica de forma virtual y presencial, ambas se pueden solicitar al celular 320 6919221