Frustración del adulto mayor por convertirse en alguien dependiente de sus cuidadores.

Después de los sesenta años, algunos adultos mayores, y otros en edad más avanzada,  comienzan a tener fallas significativas tanto en su parte cognitiva –atención, concentración, memoria, análisis..- como en sus habilidades físicas, por lo cual necesitan cierta  ayuda y acompañamiento de las personas que se encuentran a su alrededor para la realización de acciones.

Dicha situación genera malestar emocional en los adultos mayores puesto que implica que ellos transformen su posición activa con los demás, hacia  un movimiento pasivo –Ser el soporte de otros, especialmente de sus familiares, a convertirse en alguien parcial o totalmente sostenido por ellos-.

Movimiento pasivo que se asemeja al direccionamiento que tuvieron los adultos mayores en su niñez, especialmente en su primera infancia, mientras eran formados por sus propios padres y otros adultos responsables –familiares extensa, cuidadores..-.

De tal manera, los adultos mayores están sujetos de algún modo, de acuerdo a la gravedad tanto de su deterioro cognitivo como físico, a las elecciones dadas por sus hijos y cuidadores, por lo cual se podrían afirmar que estos últimos se comportan como los padres de los adultos mayores.

Depender de los hijos, puede frustrar y, en los niveles con mayor intensidad de alteración,  descompensar emocionalmente al adulto mayor, más si ellos son de sexo masculino y sus descendientes son de sexo femenino. En este caso, además de la primera herida narcisista provocada por ser cuidados por sus hijos o nietos, también se produce una segunda herida narcisista provocada por el machismo –supuesta superioridad del hombre sobre la mujer- que la mayor parte de personas mayores de 60 años manejan todavía y que deben desmontar para adaptarse funcionalmente a esta nueva situación.

Ciertos adultos mayores rechazan pedir ayuda o acompañamiento de otros, puesto que esto provocaría que las demás personas los perciban como sujetos con altas vulnerabilidades físicas y/o psicológicas – poca o nula capacidad de enfrentar un fenómeno amenazante, o la poca o nula capacidad para reponerse después que ha ocurrido un desastre-. Percepciones que no se encuentran interesados en despertar.

Al no hacerlo, el adulto mayor trata de ser una persona con mayor independencia pero se sitúa en una posición de mayor vulnerabilidad puesto que puede tener algunas fallas u olvidos en la realización de procesos, algo que lo vincularía a la fácil presentación de un accidente e incluso de su propia muerte.

El hecho que el adulto mayor tenga dificultad para modificar su posición de ser cuidador de su familia a ser cuidado y contenido por ellos, puede ser ocasionado, además de las dos heridas narcisistas explicadas anteriormente, por vínculos afectivos inadecuados que tenga o haya tenido en el pasado con sus padres,  o que tenga actualmente tanto con sus hijos como con sus nietos.

Referente a los lazos emocionales actuales, si los hijos o los nietos han tenido interacciones muy amenazantes –agresivas o distantes- con el adulto mayor, él no aceptará el soporte emocional o la ayuda que le pretendan ofrecer en sus procesos o en su cotidianidad.

Por otro lado, cuando los familiares son demasiados continentes con el adulto mayor, las personas mayores de sesenta años leerán esto como una intromisión a su privacidad, lo mismo que como unos deseos del otro por disminuirle responsabilidades y actividades que aún pueden ejecutar de forma efectiva.

En cuanto a sus vínculos emocionales disfuncionales con sus propios padres en el pasado, el cual se revive en el presente con sus hijos de una forma también nociva, él adulto mayor puede haber tenido una variedad de conflictos en sus primeros años, por lo cual no significa a sus padres como figuras de contención emocional y tampoco como dadores de autoridad.

Sentir de esta forma a sus figuras parentales, puede ocasionar que el adulto mayor tenga inconvenientes con sus hijos o nietos, quienes en la actualidad funcionan como padres debido a las fallas en los procesos de pensamiento de este sujeto –adulto mayor-, propiciando que sus interacciones tengan como punto fundamental una emocionalidad infantil inadecuada, posiblemente asociada a la agresividad.

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