La flexibilidad emocional es la capacidad que tienen los individuos para adaptarse emocionalmente a los cambios del entorno, siendo tolerantes con los diferentes movimientos que ocurren en el ambiente, exteriorizando empatía con los demás, teniendo congruencia entre la acción, el pensamiento y el sentimiento, lo mismo que mostrando control emocional y desarrollando soluciones ante los diferentes conflictos que pueden suceder.
El adulto de mediana edad que posee flexibilidad emocional es aquel interesado en la realización, con cierto grado de frecuencia, de procesos introspectivos consigo mismo y con su pareja, en caso que la tenga, y con los distintos grupos de los cuales forma parte.
Así, un adulto entre 40 y 60 años, con introspección auto-reflexiva puede asimilar emocionalmente su pasado y su presente –vínculos afectivos con su padres, pareja amigos y conocidos, sus elecciones de estudio y trabajo, características de las interacciones en los ambientes en que se ha desenvuelto…- sintiendo esta historia como esencial para su comportamiento actual.
Dicha auto-reflexión tiene mayores efectos en la medida en que se encuentre acompañada por un otro terapéutico, quien, a través de retroalimentaciones e interpretaciones, logrará que el paciente explore sus recuerdos latentes, integrándolos con aquellos manifiestos para resignificar su verdad como sujeto.
Con estas introspección sin y con un otro terapéutico, el individuo de mediana edad tiene las herramientas para manejar funcionalmente las crisis a las cuales se enfrenta, y para ser generador de cosas, entendiendo esto como las creaciones propias que sean de utilidad tanto para sí mismo como para los demás.
Ejecutando variados procesos introspectivos, el sujeto es capaz de tener apertura emocional para interactuar con ciertas realidades que pueden desafiar su autoridad, liderazgo, conocimiento o cualquier cosa que signifique que este adulto tenga mayor jerarquización.
Así, se puede observar como los adultos de mediana edad con más flexibilidad emocional pueden soportar y manejar adecuadamente los intentos de manipulación y de irrespeto de la jerarquías que representa -los hijos, los empleados que dirige, sus alumnos…-.
Aunque sean capaces de implementar con eficacia una función controladora y normatizante, estos adultos tienen la capacidad para entender al otro, colocarse en su lugar, y por ende, conectarse emocionalmente con ellos, cuestión que permite diversas transformaciones con el objetivo de conseguir el mejoramiento de procesos, interacciones..
La conexión emocional no solamente ocurre con las personas que se encuentran por debajo de la línea de autoridad, sino con aquellos que se encuentran por encima –padres, jefes, figuras sociales de mando como policía, ejercito..-. En este caso, el adulto de mediana edad tiene flexibilidad emocional para sentir que algún día poseerá el mismo nivel de poder y esperaría que los demás respeten sus decisiones y cumplan con lo ordenado.
La flexibilidad emocional que el adulto de mediana edad tenga con sus padres, puede producir que aumente su paciencia en el trato con ellos, incremente su interés en escucharlos, aunque sean relatos repetitivos, acompañarlos en su proceso de envejecimiento…
En caso que el adulto no haya ejecutado estos procesos introspectivos, puede convertirse en una persona con rigidez emocional, dificultad para adaptarse a las distintas actividades y personas que se alejen de su ambiente cotidiano, poco manejo de sus emociones…
Adicionalmente, la escasa flexibilidad emocional no permite que exista la creación de una marca particular que pueda ser de utilidad tanto para sí mismo como para otros. El adulto de mediana edad se caracteriza por estancarse en la escena productiva, afectiva, social..